“¿El lunes puedes venir a París?”. Con esa frase empezó la aventura de Iñigo Aguirre en Tiller. Era viernes por la tarde, estaba echando una siesta y recibió una llamada de Louis, quien sería su futuro jefe. A pesar de estar medio dormido no tardó ni un segundo en responder. “Sí, claro”, le dijo sin titubear, como si estuviera acostumbrado a recibir invitaciones de ese tipo cada semana ✈.
A los 10 minutos estaba sentado con su madre en la mesa de la cocina: “Mamá, voy a vender cajas registradoras”, anunció. Entre todas las cosas que pensó que podría decir esa probablemente era la última. Quedó horrorizada al imaginar a su hijo con una enorme maleta vendiendo antiguas máquinas de puerta en puerta. “Es tu decisión, tú verás lo que haces con tu vida, pero a mí no me hace ninguna gracia”.
.Iñigo recuerda este momento a la perfección. De hecho, parece que todavía le asusta un poco. “Cuidado con poner esto, ¿eh? Que mi madre se puede enfadar…”, me dice mientras le pregunto sobre su experiencia (lo puse Iñigo, lo siento). En ese momento no tenía trabajo. Después de tres años dedicado a gestionar transportes internacionales estaba cansado de que su única motivación fuera un cheque a fin de mes. “No me veía 40 años más en ese sector, no me veía ni tres años más…”.
Un par de meses sin saber qué hacer lo llevaron a la reflexión de que quería vender tecnología y vivir en Barcelona y los resultados de LinkedIn arrojaron Tiller. “Fue amor a primera vista”, cuenta. “Hombre, pues claro, porque se entrevistó con Ewelina”, lo interrumpe Louis refiriéndose a la guapa Office Manager de nuestro equipo que le hizo la entrevista. Iñigo vuelve a tomar el control de la conversación: “Me atrajo que era una startup. En España todo estaba por hacer y veía unas posibilidades de progresión profesional muy importantes”.
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Después de su entrenamiento en París aterrizó en Barcelona, que lo enamoró por su clima y modernidad (aunque también mencionó algo de “mujeres guapísimas»). De Tiller solo tiene cosas buenas que decir, aunque quizás se deba a que hicimos esta entrevista en medio de la oficina. “Me encanta la empresa. El ambiente, la confianza, el equipo, el producto. Las responsabilidades que te dan… tienes banda ancha”.
¿Y su madre? ¡Pues la semana pasada le enviamos una camiseta de Tiller y planea abrir su propio restaurante para comprar nuestra caja registradora táctil! (No, mentira, pero sí dijo “ah, bien” cuando Iñigo le enseñó el sistema). “Está súper contenta con todo esto, de hecho quiere venir a vender Tiller a Barcelona”, interrumpe nuestra Marketing Manager. “No pongas eso…”, advierte Iñigo, “no le gusta que le tomen el pelo y ya le tomo el pelo yo bastante”.
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“Lo importante es que ahora sí está feliz porque me ve feliz a mí”, concluye. ¿Y cómo no estarlo, si Iñigo trabaja en la startup más guay de todas? Además, parece que ya se dio cuenta de que su hijo vende un innovador TPV táctil para iPad y no una máquina del siglo pasado.
Publicado por
Mariana C.
Fecha
26.05.17